lunes, 10 de febrero de 2014

Historia 14: La Montaña Sagrada

Al alba del 29 de de 1453, el enorme ejército otomano del Sultán Mehmet II aprovechaba una de las múltiples fisuras en la muralla de Constantinopla para invadir la ciudad, asesinando al último Emperador Romano de Oriente durante el combate. Este hecho significó el fin del Imperio Oriental y su paso a los libros de Historia. Pero, ¿es posible que exista un pequeño reducto donde el Imperio Romano de Oriente siga vivo 561 años después de su caída? Esta es la historia del Monte Athos, la Montaña Sagrada.

Dice la mitología griega que Athos era el nombre de uno de los poderosos gigantes que desafiaron a los Dioses Olímpicos. Poseidón, Dios griego del mar, libró una encarnizada batalla con este ser, y, tras derrotarlo, lo enterró bajo una pesada piedra, que recibiría el nombre de su poderoso húesped. Así surgió el nombre que bautiza  la pequeña península del Monte Athos, al norte de Grecia. Durante el Siglo X, la península se fue poblando de monjes ortodoxos, atraídos por lo remoto de su localización, y auspiciados por Basilio II, creando "de facto" una provincia monástica. En los siglos venideros la zona se benefició de la protección de los Emperadores de Oriente, que mantuvieron el status de la pequeña cordillera. Fue durante esos siglos cuando los habitantes de las zonas circundantes empezaron a denominar al Monte Athos como la "Montaña Sagrada", debido a las grandes poblaciones de monjes que existían, así como a la prohibición de acceso que existía para toda aquella persona ajena al clero ortodoxo.

Monasterio de Simonos Petra en el Monte Athos

En 1453, y tras la caída del Imperio, los monjes esperaron pacientemente a la llegada de los invasores, pensando que aquel sería el final de casi 5 siglos de estancia en la península. Sin embargo los invasores otomanos, considerando lo remoto de la zona, permitieron a los pequeños monasterios continuar con sus actividades, así como con sus propias celebraciones, ritos y legislaciones promulgadas por los Emperadores de Oriente, a cambio de unos impuestos anuales. La paz había llegado de nuevo a la Montaña Sagrada, que durante más de 4 siglos luchó por sobrevivir, contando con cada vez menos monjes capaces de trabajar para satisfacer el diezmo. La suerte de la Montaña cambió en el siglo XIX, cuando donaciones y nuevos miembros para los monasterios empezaron a llegar desde Rusia, Rumania o Bulgaria.

El nuevo siglo llegó a la península, y con él, los vientos del conflicto. En 1912 los otomanos fueron expulsados de la zona, y esta fue puesta en manos del Estado Griego. Tras el conflicto, los gobernantes griegos y la Comunidad Sagrada (grupo de 20 monjes portavoces de los 20 monasterios de la Montaña) se reunieron y crearon los "Fueros de la Montaña Sagrada de Athos", la normativa que regula el status jurídico de la zona, así como su soberanía y control. De manera teórica la zona pertenece a Grecia, pero en la realidad es gobernada como un territorio autónomo independiente del resto del país. Esta peculiaridad le convierte en el llamado "Estado Monástico Autónomo de la Montaña Sagrada" y le permite estar exento de ciertas leyes, tanto griegas como europeas, conservando en su lugar las normas de acceso que se acordaron con el Emperador Basilio II. Entre algunas de las curiosidades de dicho acuerdo se encuentra la prohibición absoluta de la entrada de mujeres en el Monte Athos, la necesidad de obtener un visado especial en una de las poblaciones cercanas para poder entrar en la Montaña y la existencia de un cupo máximo de visitantes diarios, siendo 120 la cantidad máxima, 110 griegos y un máximo de 10 extranjeros. Otra de las prohibiciones existentes es la imposibilidad del tráfico por tierra con el resto de Grecia, pudiéndose efectuar la entrada única y exclusivamente a través del pequeño puerto de Dafni.

En la actualidad el Monte Athos continua existiendo como un territorio aútonomo, con su cultura, su autonomía, su lengua y sus ritos propios, todos ellos conservados desde hace más de cinco siglos. Pero quizás lo más sorprendente de esta pequeña montaña anclada en el pasado es su escudo de armas, símbolo que ondea en las banderas de los pocos edificios oficiales que existen en la península. En ellas, sobre fondo amarillo, aún puede verse el Águila bicéfala de Bizancio. El último reducto de un Imperio desaparecido hace más de 500 años.

Águila Bicéfala, símbolo del Imperio Romano de Oriente



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