Hernan Cortés, Francisco Pizarro
o Nuñez de Balboa. Seguro que todos estos nombres os son familiares y os
recuerdan aquellas clases de Historia en las que se hablaba sobre la conquista
y la colonización del Nuevo Mundo. Hombres aguerridos y aventureros que,
azuzados por la pobreza y el hambre, crearon un Imperio al otro lado del Océano
Atlántico. Parte idolatrados y parte aborrecidos, todos estos
"conquistadores" son, sin embargo, conocidos. La protagonista de
nuestra historia de hoy no ha tenido tanta suerte, al menos en su país de
origen, España, donde muy pocos conocen su nombre y menos aún sus aventuras.
Esta es la historia de Inés de Suárez, la conquistadora de Chile.
Inés de Suárez nació en la
población extremeña de Plasencia en 1507. Su padre murió de una enfermedad
estomacal al poco de nacer, por lo que su madre, costurera, tuvo que solicitar
la ayuda del abuelo de Inés para su crianza. En 1526 conoció a su primer
marido, el aventurero Juan de Málaga. Un año después, Juan partió hacia Panamá
en busca de fortuna. De su unión no habían nacido hijos ya que, según se
contempla en los registros, Inés era estéril.
Los años pasaron e Inés no
recibió noticias de su marido, por lo que, en 1537 solicitó una licencia real
para embarcar hacia las Indias. Tras una estancia de más de un año en Venezuela
sin noticia alguna, llegó a sus oídos que su marido había sido uno de los
soldados muertos en la batalla de Las Salinas, un combate que se produjo entre
los ejércitos de Hernán Cortés y de Diego de Almagro por la posesión de la
ciudad de Cuzco, en el actual Perú. Así pues, con apenas 30 años, Inés era
viuda de un soldado español, y como tal, recibió una pequeña tierra en la
ciudad de Cuzco, así como un grupo de esclavos indígenas para trabajarlas. Allí
fue donde conoció a Pedro de Valdivia, Maestre de Campo de Francisco Pizarro,
con el que, rápidamente, forjaría una estrecha relación que los convirtió en
amantes, hecho que generó multitud de controversias al tratarse Pedro Valdivia
de un hombre casado.
En 1539, Pedro de Valdivia inicia
su expedición hacía Chile, solicitando una autorización para ser acompañado por
Inés, en calidad de sirvienta. Durante los 11 meses de travesía, todos los
miembros de la expedición, ya fuesen españoles o miembros de las tribus de la
zona, destacaron el valor y el arrojo de Inés, considerándola una parte muy
importante de la expedición.
El final de su travesía se encontraba
en el valle del río Mapocho, un lugar fértil y fácilmente protegido. Dicha
ubicación se decidió debido a la fortificación natural que proporcionaba el
lugar, así como la abundancia de agua potable. Al poco de instalar el
asentamiento, la expedición fue duramente atacada por los indígenas. Tras
superar las escasas defensas del campamento, todo parecía indicar que la
expedición sufriría un horrendo final, cuando los indígenas soltaron las armas
y salieron huyendo despavoridos. Tras capturar a algunos de ellos, incluidos
siete caciques locales, todos declararían haber visto "a un hombre montado sobre
un caballo blanco que, empuñando una espada, bajó de las nubes y se abalanzó
sobre ellos". La expedición, segura de haber sido ayudada por el
apóstol Santiago, decidió nombrar la ciudad con el nombre de Santiago de la
Nueva Extremadura, siendo fundada el 12 de febrero de 1541. En la actualidad
aquel pequeño campamento es conocido como Santiago de Chile, capital del país y
su mayor centro económico y cultural.
El verano pasó en la pequeña
ciudad sin apenas contacto con los indígenas. En septiembre, un grupo de
jinetes, con Pedro de Valdivia al frente, marchó a sofocar una revuelta fuera
del valle, momento que fue aprovechado por una fuerza de unos 20000 indígenas
para atacar la ciudad. A pesar de su mejor equipamiento, las fuerzas españolas
eran muy inferiores en número y pronto se tuvieron que retirar al interior de
la ciudad, mientras eran continuamente asaeteados por las flechas incendiarias
que quemaban los edificios. Durante el combate Inés marchó de un lugar a otro,
prestando asistencia en donde era necesaria. Sin embargo, ante la inminencia de
la derrota, Inés de Suárez tuvo una solución macabra a la par que efectiva:
marchó a las celdas donde se encontraban los caciques capturados en el combate
de febrero y ordenó su decapitación. Ante las preguntas de sus carceleros sobre
cómo hacerlo, la historia narra que Inés de Suárez tomó su la espada de uno de
ellos y ,cortando la cabeza de un cacique de un tajo, dijo: "De esta
manera". Una vez decapitados, ordenó que las cabezas de los caciques fueran
lanzadas entre los indígenas atacantes. Los miembros de las tribus locales,
poco acostumbradas a semejante demostración de brutalidad (debemos recordar que
muchas de las civilizaciones precolombinas no entendían la muerte en combate
como algo útil, prefiriendo la captura de sus enemigos para su posterior uso
como esclavos), y ante la fervor que insufló en los defensores la aparición de
Inés en el patio central de la ciudad, los indígenas, confusos y sorprendidos,
huyeron del combate, pudiéndose salvar la ciudad de la destrucción.
Inés de Suárez, representada tras decapitar a los caciques indígenas durante la batalla.
La vida de Inés volvió a la
tranquilidad durante los años siguientes. En 1548, Pedro de Valdivia, su
amante, fue nombrado gobernador de
Chile. Sin embargo, algunas personas enemistadas con él dieron parte de su
relación con Inés, obligándole a separarse de ella bajo pena de muerte, así
como a proceder a su matrimonio con un vecino de su elección. Así pues, en
1549, y a la edad de 42 años, Inés de Suárez contrajo matrimonio con Pedro
Quiroga, uno de los mejores capitanes del Gobernador.
Inés pasó el resto de sus días en
la ciudad de Santiago, llevando una vida tranquila. Su matrimonio con Pedro
Quiroga nunca tuvo descendencia, exceptuando una hija que el capitán tuvo con
una esclava india a la que criaron como si fuera hija de ambos. Inés de Suárez
murió en 1580 a la edad de 73 años, el
mismo año que murió su marido.
La figura de Inés de Suárez es prácticamente
una desconocida en la Historia de España, no así en su país de adopción, donde
es ampliamente conocida, teniendo una estación del metro de Santiago de Chile
con su nombre. Así mismo, en 2006, la escritora chilena Isabel Allende publicó
su novela Inés del alma mía, relato
sobre la historia de Inés de Suarez.